El muelle de Pimentel: Una obra artística en miniatura que admiran miles de turistas

Los centenares de turistas que caminan las casi siete cuadras de fierros y tablones por encima de la arena y el mar, cuando llegan al fondo del muelle de Pimentel, en el Centro de Interpretación, se asombran al encontrarse con una diminuta estructura, de menos de dos metros instalada ahí como maqueta del embarcadero original de hoy.

Y se preguntan por el artífice de esta obra. Y, como sucedió como hace cuatro años cuando se estrenó la maqueta, sucede todos los días: El autor pasa desapercibido. Se percatan de él solo cuando se informan que es un trabajador que desde hace cinco años labora como vigilante para la municipalidad de Pimentel y permanece por turnos en el mismo muelle.

Las laboriosas manos artesanales de Luis Alfredo Pazos Montalván han creado esta maqueta mostrada por vez primera el 27 de octubre de 2019, fecha en que la reconstruida estructura del muelle fue puesta en servicio.

Trabajando miniaturas

En el muelle, durante mi exposición de fotografías “Alma lambayecana en la mirada de los fotoperiodistas Quiroga”, abierta por los 103 años de Pimentel, encontré a Luis Pazos. Fue precisamente una de sus compañeras trabajadoras quien me lo presentó, al verme admirando la obra en miniatura.

Le pregunto a Luis cómo distingue la curva (que se nota a 120 metros), las proporciones, ensanchamientos y angosturas en el muelle, las distancias de cada uno de los espacios y si lo hace milimétricamente con ayuda de diseños arquitectónicos hoy ya actualizados de manera digital. Todo lo calcula sin medición exacta, de forma práctica. Como desde niño acudía al muelle, conoce de memoria, por ejemplo, sus amplitudes, una al medio y otra a tres cuartos de la infraestructura y las especies de callejones que hay en el camino.

La miniatura del muelle ha sido confeccionada con materiales básicos, como madera de la especie tornillo; los pilotes y listones de cobre; alambre con pegamento; nylon delgado (cerda de la pesca) y postes con focos diminutos, que brindan luz en base a pilas. Para que se vea marrón natural, como que el sol ha quemado la madera, le adaptó pintura del mismo color, transparente.

Luis me cuenta que consiguió la madera de los retazos que le proporcionaban sus amigos carpinteros y que algunos elementos pequeños los adquirió en las tiendas para arquitectos. Su imaginación y su buen sentido de las distancias hizo el resto. Lo más difícil fue construir las bancas. Le llevó mayor tiempo. A lo largo del muelle, desde la entrada hasta el fondo, hay unas 120, pero en la maqueta apenas ha ubicado una veintena, con sus quioscos en el camino.

La municipalidad dispuso lo necesario para proteger la maqueta con una especie de urna en base a plástico sólido, tipo mica, pues la admiración de los visitantes pretende tocar cada una de sus minúsculas estructuras.

El trabajo le demandó mucha paciencia y mes y medio solo dedicándole sus horas libres de la tarde, pues por las mañanas labora para la municipalidad. Si le hubiera dedicado todo el día, la tarea la hubiera culminado en diez días.

En los cuatro años de expuesta su maqueta, Luis Pazos recuerda sinfín de comentarios y felicitaciones de autoridades regionales, alcaldes, regidores, y casi todos quienes llegan. Tras quedar impresionados por la obra, se hacen una fotografía. Aproximadamente de 2,500 a 3,000 personas visitan el anterior embarcadero cada fin de semana y en los días particulares entre 400 a 600.

Quien lo hereda…

Lo artístico lo heredó de su padre, Pedro Pazos Jacinto, quien los dejó huérfanos junto a sus cuatro hermanos varones cuando él tenía diez años. Su progenitor laboraba en la Agencia Marítima de Lambayeque, pero también en sus horas libres se dedicaba a trabajos de ese tipo, pintaba cuadros al óleo y, además, practicaba la escultura.

Luis Pazos tiene dos hijas: Lidia de 20 y Sol María de 15. La última sigue lo artístico de su padre y su abuelo, pues a punta de lápiz dibuja casi de manera profesional. Luis recuerda que en la secundaria él y uno de sus hermanos ganaban los primeros puestos en dibujo.

Aparte, ha construido, a pedido, otras maquetas del muelle antiguo, de solo un metro, con sus trenes y vagones de ida y vuelta, incluidos los sacos de azúcar encima y toda la maquinaria y rieles que, según recuerda, entonces tenía, con sus cinco grúas que procedían a bajar la mercadería a los grandes lanchones de carga que con un remolcador enrumbaba hacia el fondeadero donde esperaban los barcos más grandes. Va haciendo hasta tres trabajos de este tipo, dos para pimenteleños que hoy residen en Lima y que han querido llevar consigo una parte característica de su tierra.

Y en el tiempo que no está en la muni, sigue trabajando maquetas de embarcaciones pesqueras, bolicheras, lanchas chicas, chalanas, yates, cruceros, patrulleras y hasta buques de guerra y submarinos, de 40, 50 y 65 centímetros de largo, incluidos helicópteros. Muchos de los trabajos les han sido pedidos por oficiales de la capitanía que quieren llevarse recuerdos del servicio a la marina que han cumplido en esta zona.

Al cierre de esta crónica estaba a punto de culminar un bote de 40 centímetros, al que solo le faltaban los detalles y la pintura de la cubierta, así como una bolichera pequeña. “El trabajo más detallista son los buques de guerra para la marina, con cañones, misiles, antenas, puertas, escaleras y demás, de popa, proa y todos los aspectos que deban ir”, precisa.

El gasto que le demanda para este tipo de trabajos no se compara con el precio con que vende su producto, pero esto lo toma como una entrada más, adicional a lo que hace, porque para él su trabajo artístico es un hobby. “Creo que, si desde mi juventud me hubiera dedicado exclusivamente a este arte, habría elaborado mejores trabajos de artesanía; pero lo que hago es porque me gusta y me enfrasco en esto y cuando algo me sale mal lo tengo que volver a hacer y estar ahí hasta quedar conforme, pues son espacios pequeños con los que se trabaja y hay que ser bien detallista en lo mínimo”.

(@pitty_fotografia).

La historia del muelle

En una historia que cuenta Luis de la Piedra Alvizuri, cuyo nombre lleva el Centro de Interpretación en el muelle, en vista del creciente desarrollo del departamento, en 1913 los lambayecanos fundaron la compañía que construyó un muelle de 592 metros en el puerto y un tren de 43 kilómetros, que partía de Pimentel y llegaba hasta Pucalá, cubriendo Chiclayo, Pomalca, El Combo, Pucalá, etc. En 1961, por el retiro del mar, que dificultaba las operaciones de embarque, la compañía prolongó el muelle en 150 metros más, completando así su extensión a 679 metros.

Las funciones operativas se iniciaron en 1915, por lo que durante cerca de un siglo sirvió a la industria, agricultura y comercio de la región. En noviembre de 1960 el antiguo muelle soportó el maremoto que asoló la costa norte del Perú. El muelle permaneció intacto. En 1976 decayó la importación y exportación por lo que las labores del muelle se fueron apagando y la estructura deteriorando, hasta que hace una década, cien años después, tuvo que ser recuperada para el turismo. (Larcery Díaz Suárez)